jueves, 29 de agosto de 2013

+ || La fuerza de los sentimientos humanos.



La noche, sin duda, había sido muy larga. Cuando logró sentarse frente al crepitar de las llamas del salón del que hace ya un tiempo que es su hogar, suelta un profundo suspiro que indican millones de sensaciones acumuladas. Millones de nuevos “sentimientos” han surgido en Sebastian, agresivos, veloces, fuertes, dolorosos como una bomba atómica han estallado en su interior. No son sentimientos tales como amor u odio, sino, que son sentimientos como orgullo, confianza en sí mismo, incluso cariño, los que acaba de vivir y le resultan completamente raros y desconocidos, y a juzgar por la forma de actuar de Sebastian, no sabría si decantarse por malignos o benignos.

Lennart, Sombra, Lennart, Sombra… Ellos son las únicas dos personas en las que puede pensar esa noche, siquiera en Hannibal, su padre, solo en ellos debido a que la noche ha surgido junto a aquellas dos extrañas personas que desde hace poco tiempo conocía.

Con un leve gruñido logra deshacer el nudo de la corbata negra que decora su cuello; tira después, desenroscando esta por completo, aunque no despojándose de ella. La deja reposar sobre sus cansados hombros mientras desabrocha el primer botón de su camiseta, después el segundo, y apoya la cabeza contra el respaldo del sillón, de una sola plaza, de cuero negro.
Sus ojos grises caen en el embrujo del fuego. Sus manos resbalan con suavidad por cada correspondiente reposabrazos con el fin de ser estirados al compás de una respiración suave, tranquila, a pesar de que su cabeza se encuentra en caos.

No tarda en quedarse dormido, fijándose antes de hacerlo en que las llamas éste han oscurecido y adquirido un ligero color azulado.

Unas dos horas después se despierta. Un dolor de cabeza inusual obliga a Sebastian a llevarse las manos a la nuca y a entrecerrar los ojos mientras se queja con una mueca silenciosa.

Trata de recordar, pero… Algo ha cambiado en su cabeza, algo la ha hecho olvidar gran parte de su pasado, o quizás, ha decidido quedarse en segundo plano.
Sebastian no sospecha de esto. Antes de dirigirse al taller a trabajar, tras una ducha de agua ardiendo y un cambio de ropa, se toma una copa de coñac para comenzar bien el día.

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