La noche,
sin duda, había sido muy larga. Cuando logró sentarse frente al crepitar de las
llamas del salón del que hace ya un tiempo que es su hogar, suelta un profundo
suspiro que indican millones de sensaciones acumuladas. Millones de nuevos “sentimientos”
han surgido en Sebastian, agresivos, veloces, fuertes, dolorosos como una bomba
atómica han estallado en su interior. No son sentimientos tales como amor u
odio, sino, que son sentimientos como orgullo, confianza en sí mismo, incluso
cariño, los que acaba de vivir y le resultan completamente raros y
desconocidos, y a juzgar por la forma de actuar de Sebastian, no sabría si
decantarse por malignos o benignos.
Lennart,
Sombra, Lennart, Sombra… Ellos son las únicas dos personas en las que puede
pensar esa noche, siquiera en Hannibal, su padre, solo en ellos debido a que la
noche ha surgido junto a aquellas dos extrañas personas que desde hace poco
tiempo conocía.
Con un leve
gruñido logra deshacer el nudo de la corbata negra que decora su cuello; tira
después, desenroscando esta por completo, aunque no despojándose de ella. La
deja reposar sobre sus cansados hombros mientras desabrocha el primer botón de
su camiseta, después el segundo, y apoya la cabeza contra el respaldo del sillón,
de una sola plaza, de cuero negro.
Sus ojos
grises caen en el embrujo del fuego. Sus manos resbalan con suavidad por cada
correspondiente reposabrazos con el fin de ser estirados al compás de una
respiración suave, tranquila, a pesar de que su cabeza se encuentra en caos.
No tarda en
quedarse dormido, fijándose antes de hacerlo en que las llamas éste han
oscurecido y adquirido un ligero color azulado.
Unas dos
horas después se despierta. Un dolor de cabeza inusual obliga a Sebastian a
llevarse las manos a la nuca y a entrecerrar los ojos mientras se queja con una
mueca silenciosa.
Trata de
recordar, pero… Algo ha cambiado en su cabeza, algo la ha hecho olvidar gran
parte de su pasado, o quizás, ha decidido quedarse en segundo plano.
Sebastian no
sospecha de esto. Antes de dirigirse al taller a trabajar, tras una ducha de
agua ardiendo y un cambio de ropa, se toma una copa de coñac para comenzar bien
el día.
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