Mis huesos
se van acostumbrando al frío de Lillehammer… A sus calles, a sus gentes, a su
forma de ser hogareña, distante a mi familia… Debería ser algo malo, el querer
alejarme de ellos, pero no deseo vivir siempre estancado en la frialdad, en el
desprecio de lo que soy. No quiero vivir orgulloso de saber que soy un ser
despiadado, un ser aborrecible, sediento de sangre, calculador y sanguinario…
Solo deseo ser “El carpintero del Lillehammer” o bien “El joven juguetero del
final de la calle”. Todas estas personas no me conocen realmente, disfrutan
observando como tallo pequeñas figuras, como hablo con Michael todas las
mañanas cuando me sirve sin necesidad de pedírselo chocolate caliente.
Es hora de
admitir que Michael es la figura paterna que siempre he deseado tener, y que
cada vez que me llama “hijo” me permito el imaginar que es completamente
cierto… Luego llegan los dolores de cabeza dentro de mi taller. Iver que me
pide que rescate a Bathsheba, que sin saber como, ha dado con que ella ha
estado encerrada durante mucho tiempo en manos de ese tal Maddox… Lo haría, de
no saber que ese cura, James, está ahora con ella.
El dolor de
cabeza mayor… Sombra. Hace mucho tiempo que admití que esa mujer lograba
despertar dentro de mí algo que jamás había sentido… Un deseo ardiente que me
invita a cerrar los ojos y dejarme llevar, sin razonar, sin pensar… No conozco
lo que es el amor, el sentir de tal modo, pero si es esto que siento por
Sombra… Es realmente horripilante. No. Todo desapareció en el momento en el que
su olor llegó a mis fosas nasales. Por suerte, desconozco su rostro… Porque de
conocerlo ese hombre hubiese deseado no pisar jamás la casa de ella. No. No es
mía. Medianoche bien lo sabe, pero siento que mis manos se cierran conforme a
su muñeca cada vez que me lo niegan o me lo recuerdan.
Romeo. Ese
joven inconstante… ¿En qué pensaba en el momento en el que decidió sacarme de
quicio? Soy un caballero… No una piedra. Puedo sentir, y sobre todo, el demonio
lo hace a las mil maravillas. Un regalo, un regalo de navidad que… No sé porqué
demonios lo hice, no soy partidario de esas tonterías… ¿Y… así termina? El alma
de Minerva no se retorcería entre mis dedos de no ser por él. Aún así, no podré
cargar con ello mucho más… No después de ver su rostro enfurecido, sus ojos
desesperados, su odio en su mirada hacia mí. Maldito crío.
La mujer
corriente… Alejandra. ¿Hacía cuanto tiempo no me divertía tanto con una
conversación, con una tarde? Es humana, desde el primer momento logré olerlo,
sentirlo… Pero sus historias me interesan mucho más que su carne. A veces tengo
ganas de dibujarla, y a su hija… De conocerla.
Las hermanas
Vanveeldvoorde. ¿El rencor, la decepción, la ira, el deseo de venganza? Idhún.
Todo se resume al odio y al deseo de sangre. Mentira. Completamente falso.
Indagando en sus vidas… He dado que desean más que nadie una vida normal y
corriente. Ekaterina, valiente, imponente… Más severamente emocional, se deja
llevar por sus emociones. Emmy, divertida, con gran talento… Más se preocupa
por no encajar, y en realidad, es quien más amoldada está a ésta forma de vida.
Sophie, la
gran soñadora.
Nora, una
mujer con espíritu de niño latente.
Etzequiel, y
su bondad tras un trastorno que no permite ver como realmente es.
Gabrielle,
su enorme fuerza de voluntad.
Noriko,
¿Cuántas veces he deseado tener una verdadera familia desde que te conozco?
Luna, la
lluvia ha pasado a ser algo bello para mis ojos…
Leslie,
¿Cuándo finalmente podremos profundizar?
Kara… Oh,
Kara… Debiste de haberme golpeado.
¿Es esto tener
una verdadera vida? ¿Y mis hermanos? ¿Dónde están Ritha, Ginger, James, incluso
Búa-Boo…? ¿Dónde se ha metido lo que debería ser lo más importante de mí…?
Solo deseo que por favor, por favor... Él no aparezca. Que él no aparezca y lo arruine todo.
Solo deseo que por favor, por favor... Él no aparezca. Que él no aparezca y lo arruine todo.
“Sebastian,
empiezas a acariciar tu corazón humano…”

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