La carta de felicitación que llegó el
día del 4 cumpleaños de Edén le sorprendió más de lo habitual. No tuvo mucho
más que hacer que cogerla, y sentir ese olor tan familiar entre sus dedos,
acariciar después sus fosas nasales. Cuando llamaron creyó que era su regalo,
el regalo que había preparado para su hija... Pero aquella carta fue un regalo
mucho mejor para ambos. No estaba a su nombre, estaba a nombre de la niña, y
por eso, hasta que no la cogió sobre su regazo y la sentó en su rodilla
derecha, no comenzó a leerla, frente a un fuego recién apagado.
"Querida Edén... ¿Cómo podría
ser de otra manera? El bueno de Sebastian y sus nombres bíblicos. Es una buena
tortura para una niña pequeña, esperemos que seas como él en un futuro y te
agrade tu nombre, sino lo pasarás bastante mal en el colegio, cuando vayas.
Pero aún falta mucho para eso, pequeña. Tu padre está haciendo un buen trabajo
contigo; no le había visto tan entregado a algo desde que conoció a... esa persona
que no creo que quieras conocer nunca, la persona que de verdad cambió la vida
de tu padre hasta que te tuvo. Helienna. Mereces conocer su nombre para un día
temerlo si vuelve a aparecer. Pero ésta no es una carta de advertencia, pequeña
Edén, es una carte de felicitación. Cumples cuatro años, el tiempo pasa
volando... Pronto tu padre dejará de preocuparse de cambiarte los pañales y se
dignará a invitar chicos, futuros yernos al taller... (que por cierto, ¿no
crees que es hora de comprarte una casa, Sebastian?) y ahí se volverá
rematadamente loco de verdad.
Feliz cumpleaños, Edén, espero que
pronto podamos conocernos. Tienes suerte de tener un padre como el que
tienes... De poder haber elegido, le hubiese escogido a él entre todo el mundo,
entre cualquier ángel.
PD: Espabila, hombre, y saca a tu
hija a conocer mundo. ¿No fardabas de hacerlo tú siempre? Pues dignate a mover
el culo de ese sucio taller con olor a madera podrida, y despejaos de una vez.
Cuídate, Sebastian. Nos veremos pronto
Te quiere, Tu Gitana. Odalys."
Negó
despacio. No se había percatado de la sonrisa que se había dibujado en su
rostro hasta entonces... Junto al sobre había algo más adjuntado; un ticket con
destino al Sahara. Una preciosa estancia durante dos semanas en un palacio casi
de cristal. Disfrutarían ambos, su hija y él, de ese vigoroso trayecto. Y así
hicieron. Por suerte el regalo que tenía pendiente para su hija se atrasó hasta
su vuelta...